HABLANDO EN PRIVADO
martes, octubre 11, 2005
  EL SÍNDROME DE LA RANA COCIDA


Si usted arroja una rana viva a una cazuela con agua hirviendo, la rana con toda seguridad se salvará, pues ante la sensación abrasadora del agua en ebullición, el batracio se impulsará sobre el agua en centésimas de segundo y saltará fuera de la cazuela humeante.

Pero existe una pequeña variante del experimento. Meta la misma rana en la misma cazuela, sólo que esta vez llena de agua fría. La rana se sentirá cómoda en su elemento, y no saltará. Luego caliente paulatinamente el agua, y verá como la rana termina su vida cociéndose sin que apenas se entere.

¿Qué ha pasado?

Simplemente que en el segundo experimento la rana no detecta los pequeños cambios paulatinos, sino que percibe una agradable tibieza que termina llevándole a la muerte, pues cuando quiere reaccionar ya es tarde, bien porque carece de fuerzas, bien porque no encuentra la base necesaria para apoyar un enérgico salto o simplemente porque carece ya de la voluntad de salvarse.

Este es un ejemplo clá¡sico que algunos autores dedicados a escribir sobre la gestión de empresas utilizan para ilustrar lo que les puede pasar a aquellas organizaciones que no detectan los pequeños aunque constantes cambios que experimenta el entorno: acaban por fracasar, pudiendo desaparecer cocidas en su propio inmovilismo y autocomplacencia.


La moraleja de este experimento puede ser trasladado perfectamente al ámbito social y político. En concreto, a mí­ me ha servido para comprender cómp el País Vasco ha podido llegar a la situación en la que se encuentra hoy.

Con el golpe de estado del general Franco, allá por el año 36 del pasado siglo, gran parte de la sociedad, vasca y no vasca, se sintió como la rana arrojada al agua hirviendo. Rebelión ante la dictadura, inconformismo, espí­ritu de lucha, afán de libertadad, todas las más honestas aspiraciones humanas surgieron en gran parte de la sociedad para librarse de los imperativos del dictador.

La sociedad reclama y lucha por lograr una democracia y un estado de derecho, por el fin de la represión, la tortura o el asesinato, por la libertad de expresión, por la pluralidad de pensamiento, así­ como por la apertura económica a los mercados ajenos a la autarquí­a imperante.

Se trataba de conseguir, al menos, aire puro para respirar dentro del clima asfixiante y represivo que creó el franquismo. Pero, veinticinco años después de la muerte del dictador, la realidad del Paí­s Vasco es, paradçogicamente, más asfixiante incluso que en la época del invicto.

Cientos y cientos de ciudadanos vascos, muchos de ellos viejos luchadores antifranquistas, han sido y siguen siendo asesinados años tras año. Existe, como en aquellos tiempos, una li­nea de pensamiento monocolor fuera de la cual nadie, absolutamente nadie puede sentirse seguro.

El poder ha generado recuas de gentes afectos al nuevo régimen. Por todas partes se dejan notar los eternos guardianes de la ortodoxia nacionalista; nuevos frentes de juventudes, seguidores ciegos de la doctrina oficial, miriadas de chivatos que marcan y señalan a todo aquel que no comulga con la linea nacionalista, etc, etc, etc.

Por ello, hoy puede afirmarse sin el menor género de duda que en el Paí­s Vasco no existe la libertad suficiente como para que funcione una democracia real.

Desde el Defensor del Pueblo, hasta Amnistía Internacional, pasando por el Parlamento Europeo, todos reconocen que en el País Vasco existe una situación por la que el simple hecho de aspirar a ejercer cargos polí­ticos distintos a la li­nea nacionalista acarrea un riesgo real y probable de muerte.

Y por ello, un largo goteo de autoexiliados viene produciéndose años tras año. Empresarios, profesores, artistas, intelectuales, profesionales, abandonan su tierra porque se sienten amenazados, inseguros, excluidos o, simplemente, manipulados.

Y uno se pregunta cómo ha podido llegar la situaciónn a este extremo?

Âcaso un porcentaje enorme de una sociedad caracterizada por su espí­ritu inconformista y luchador se ha acomodado a la peor dictadura que quizá haya conocido el Paí­s Vasco en su larga historia?

Âcaso porque ha llegado gran parte de la sociedad vasca a comprender, â justificar y mirar para otro lado cuando se producen los más viles y cobardes asesinatos que uno pueda imaginar?.


Âcaso tanta gente vasca acepta sin rechistar la permanente extorsión mafiosa de los cobradores revolucionarios?

Qué mecanismo mental les lleva a seguir aguantando y aguantando a esas juventudes fanáticas que cada díaa queman los autobuses, los comercios, cabinas telefónicas, bancos, centros oficiales, bajo la mirada complaciente del poder reinante?

Estamos, sin duda, ante el síndrome de la rana cocida.

La respuesta está, claro, en la enorme habilidad que el partido nacionalista que ha ostentado el poder durante los últimos 25 años ha tenido para ir cambiando, sin prisa pero sin pausa, las condiciones del entorno.

Aprovechando inicialmente el complejo de culpabilidad que España hereda por tantos años de franquismo, se fueron cediendo las primeras pequeñas cosas: la bandera oficial del Pais Vasco fue, casualmente, la bandera de un partido.

Es como si la bandera de España fuese la rosa y el puño del PSOE, por ejemplo, o la gaviota del PP.
Sería grotesco ¿verdad?

Lo siguiente fue hacer que todos tuviésemos que conocer esta autonomía con el nombre de Euskadi, tanto si uno hablaba en vascuence o en castellano. Es decir, como si todos los castellanoparlantes debiéramos denominar Iles Balears a las Baleares o Catalunya a Cataluña.

Luego, las Ikastolas comenzaron a adoctrinar niños y adultos con un mensaje perfectamente elaborado basado en un victimismo artificial y una manipulación de la historia, mensajes que fueron extendiéndodose a los libros de texto normales de los colegios públicos.

Poco a poco se iba cambiando la historia, la denominación de los territorios, introduciendo agravios inexistentes en los pequeños y entrenándoles a odiar al "invasor".

La televisión nacionalista tambien iba reforzando los mensajes, mientras los polí­ticos, arropados por su fiel aliada, la Iglesia, iban refinando un lenguaje tan hipócrita como eficaz: la equidistancia ante los más brutales asesinatos, las menciones al proceso de Autodeterminación del pueblo vasco, las constantes referencias al CONFLICTO vasco.
Las tibias condenas a ETA venÍ­an siempre seguidas de balones de oxÍ­geno que impedÍ­an su extinción definitiva.

El agua hoy sigue calentándose. Y la rana sigue cociéndose. Ya se empieza a introducir un carnet de identidad vasco, con el que se discrimará definitivamente al disidente de aquellos de la adhesión inquebrantable al régimen.

Luego seguirá el loco intento de anexión de Navarra y del Paí­s Vasco Francés, y así­ hasta lograr la quimera inalcanzable de Euskal Herria Una, Grande y Libre.

Todo lo expuesto es válido también para Cataluña y para la indiferente población española ante las perversiones de Zapatero y sus compas.
 




<< Inicio
Blog con datos que la prensa habitual no acostumbra a insertar. Es conveniente sacar a la luz aquello que se esconde o camufla.

Mi foto
Nombre:
Lugar: Logroño

Antiguo

Archivos
octubre 09, 2005 / octubre 16, 2005 / octubre 23, 2005 / octubre 30, 2005 / noviembre 06, 2005 / noviembre 27, 2005 / diciembre 04, 2005 / enero 01, 2006 /


Powered by Blogger

Suscribirse a
Entradas [Atom]